Lo sé, no es habitual, pero a veces pasa: encontré una maravillosa silla de la Bauhaus en un contenedor de la basura. Increible pero cierto. Ahora tengo ganas de salir a la ciudad en busca de tesoros. Me imagino perfectamente doblando la esquina para descubrir un brancusi sobre el estante polvoriento de la abuela, un boceto de Velazquez entre los dibujos de un niño, pinturas prehistóricas en las bóvedas del metro.
Esta epifanía espontánea de la historia palpitante del arte, me hace creer, sobre todo, en mi olfato para la belleza: ahora puedo ser art hunter. No amigos, yo no prevengo nuevos talentos, yo desentierro a los artistas consagrados de las escombreras, de los rastros, de las ruinas más sórdidas de la ciudad moderna.
Mientras escribo esto, me siento muy orgulloso sobre mi silla B32.
1 comment:
Pensé que exagerabas, cuando el día del teatro, nos hablaste de ella. Ha sido realmente un gran hallazgo.
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