Hay realismo en la resistencia del párpado cuando despiertas, en las sábanas arrugadas nada más levantarte, en el ritmo que marca el despertador cada mañana.
Hay más realismo aún en la confluencia de dos caminos, en las contradicciones de las señales de tráfico y en los accidentes.
Hay un realismo extremo en el azar, en el éxito y en la mala suerte.
En las catástrofes y en los triunfos también hay un realismo terrible.
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