Siento que han brotado flores en mi estómago. Al colocar la mano sobre mi tripa percibo su color violáceo. Me sorprende la sensibilidad óptica de mis dedos, que desde hoy me recuerdan a los ojos de un molusco gasterópodo. Mientras me toco la tripa claramente comprendo que mis manos son una especie de periscopios sumergibles en la piel.